Mari Puri Herrero (Bilbao, 1942) se encuentra a gusto en los talleres de Bilbao Arte, donde estos días imparte un seminario de pintura. Entre tubos de colores y olor a aguarrás. la artista se siente como en casa, conviviendo con una decena de alumnos, casi todos ellos licenciados en Bellas Artes, con los que comparte el disfrute de la práctica del oficio. "La pintura es una cosa atávica", asegura. "Por muchos cacharros que se inventen no se va a acabar con las ganas de seguir pintando. Expresarse con un trozo de carbón o un pigmento es tan viejo como el ser humano", añade.
Convencida de que no se puede enseñar a ser artista, la pintora se vuelca en este curso de dos semanas en transmitir su experiencia. "Yo lo que puedo hacer es ayudar a reflexionar a los artistas, muy variopintos, que asisten al curso", indica. Herrero recomienda no confiar en la imagen del autor pintando como un poseso, el genio tocado por la varita de la inspiración. "El furor no funciona en el arte. Puede existir el día de gracia que todo sale, pero la realidad es que es un trabajo en el que debes meditar", sostiene. "Leyendo las cartas de Van Gogh, por ejemplo, descubres un hombre muy reflexivo".
"Es difícil encontrar el silencio personal necesario para el artista"
La primera tarea ha sido aprender a preparar los lienzos de forma personal
A todos los alumnos, a los que pintan desnudos y a quienes se centran en la expresión de los rostros, a los que eligen los grandes murales inspirados en paisajes industriales y a quienes llevan la naturaleza a un lienzo pequeño, les ha lanzado preguntas. "Empezando por '¿y tú, qué quieres hacer?', yo pregunto para que cada uno encuentre su propio camino en las respuestas", explica la autora. "Con la cantidad de información que recibimos es difícil encontrar el silencio personal necesario para el artista. Hay que escucharse a uno mismo".
Con las respuestas llegan las contradicciones y las ideas que resultan técnicamente inviables. "No se trata de imponer una solución, sino de que cada uno encuentre la forma de resolver los problemas", apunta Herrero. "Excepcionalmente, en un seminario vale el intercambio de experiencias y la observación de la obra de los otros para descubrir fallos y aciertos". En el estudio, frente a la obra, no; y en los dos casos, defiende ella, lo que ve el artista debe pasar por un filtro que lo convierta en personal.
Si la primera propuesta fue pensar, inmediatamente después se pusieron manos a la obra. "Siempre recomiendo dibujar, tener a mano un papel donde ir plasmando las ideas cuando aparecen", recalca. Y, luego, que cada uno pinte como quiera. "En un momento como este, de mucha labia, de mucho discurso que a menudo se queda en intenciones hay que ponerse a trabajar en la obra", insiste.
La veterana ha mostrado a los jóvenes cómo preparar el lienzo. "Un cuadro empieza por el lienzo sobre el que vas a plasmar tus ideas. Si compras un lienzo ya preparado que parece plástico y te empeñas en hacer algo muy tuyo, no sale. Prepararlo ayuda", concluye.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de mayo de 2010