Es de vergüenza lo que han hecho con el juez Garzón. Puede que no comparta plenamente lo que piensa, puede que sea un personaje que como dicen por ahí -aunque yo dudo que así sea- sólo busca que su nombre aparezca en los titulares de las noticias, puede que hasta haya coqueteado con la política.
La cuestión es que si aparece en los titulares es porque ha intentado juzgar los trapos sucios que existen por todas partes y cuya existencia debería avergonzarnos a todos.
Nadie ha tenido nunca el coraje de detener e intentar sentar en el banquillo de los acusados a Pinochet para que pagase por sus crímenes. No sólo eso, probablemente nadie haya enviado a más etarras a la cárcel y desde luego nadie había intentado juzgar los crímenes cometidos durante la dictadura.
Pero no nos engañemos, el Derecho no existe para impartir justicia. Si no, es imposible entender cómo algunos personajes responsables de la muerte de miles y miles de inocentes en conflictos armados no sólo no son juzgados, sino que son recibidos con honores allá donde van.
Recuerdo la edición del diario EL PAÍS del día en que murió Augusto Pinochet, arriba, encabezando la noticia había un poema de John Donne que decía lo siguiente: "La muerte de un hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad. Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas. Lo hacen por ti".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de mayo de 2010