Kobe Bryant, Lamar Odom y Pau Gasol, el trío de lujo de los Lakers, disiparon los temores con los que su equipo afrontó el primer asalto de la final del Oeste de la NBA ante los Suns, resuelto con un revelador 128-107.
La preocupación era doble: por una parte, la brillantez de un rival que zanjó con un inapelable 4-0 la oposición de los Spurs de San Antonio; por otra, las lesiones que delatan la rodillera de Bryant -se le extrajo líquido antes del partido- y la protección ortopédica con la que Andrew Bynum envuelve su pierna derecha. Kobe estuvo una semana sin entrenarse. "Me he pasado el curso trabajando y también el verano, de manera que no iba a perder el trabajo hecho", argumentó la estrella angelina, que sumó 40 puntos, cifra que ha alcanzado 11 veces en las eliminatorias finales.
"Ha controlado el partido. Cuando actúa de esa forma, no hay mucho que hacer", considera Alvin Gentry, el entrenador del conjunto de Phoenix. Y menos cuando a la brillantez del alero le acompaña la de Gasol, con 21 puntos, y la de Odom, con 19 y otros tantos rebotes. En cambio, Steve Nash no se sintió cómodo. Es el peor indicio para los Suns, mal en el tiro exterior y superados en la pintura, desde la que anotaron 20 puntos menos que los Lakers.
La lesión que parece más seria es la de Bynum, limitado en los 19 minutos que jugó. "Preocupa", admitió Gasol; "es una lesión importante de un jugador importante para nosotros. Deseamos que esté lo mejor posible tras las lesiones que ya ha pasado".
El propio Gasol tranquilizó a quienes se sintieran inquietos por el estado de Bryant. "Le pregunté cómo se sentía y me dijo que genial", explicó antes de vaticinar la intención de los Suns para el segundo partido: "Van a intentar que no dominemos el juego interior, que lancemos desde fuera y que se trate de una competición de lanzamientos exteriores, pero hay que insistir en producir desde dentro".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 19 de mayo de 2010