Es posible que determinadas leyes impidan a la gente circular encapuchadas, aunque en esta tierra se acostumbra a hacerlo durante la Semana Santa, pero no cabe duda, como bien sabía Esquilache, que el ocultamiento del rostro puede ser fuente de delitos, y por tanto podría perseguirse.
Por tanto, fuera burkas y niqabs, que independientemente de la lógica preocupación que producen por la, desde nuestro punto de vista, opresión a la mujer que ponen de manifiesto, esconden ante los demás a las que las llevan. Pero el simple velo, el hiyab, ¿y nuestras monjas o los atuendos de los jóvenes de diversas tribus?
Dejemos que la gente se identifique y se vista como le venga en gana, que para eso vivimos en un régimen de libertades.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de mayo de 2010