¿Cuánto hay de personaje en ese caballero de mediana edad, menudo, nervioso y con aires de travieso conquistador latino que se calza traje y sombrero primorosos cada vez que salta al escenario? El interpelado, Toni Zenet, apura la enésima calada en el camerino y contesta muy serio: "Ni un ápice. Yo soy el señor del sombrero. Me gusta ir siempre tocado, colecciono sombreros desde antiguo y me atrae la puesta en escena de la vida. Lo aprendí de mi padre. Él siempre decía que, aunque las cosas te fueran muy jodidas, había que ducharse cada mañana y colocarse el mejor traje".
Zenet (Málaga, 1967) es locuaz, ocurrente y culo inquieto, pero ha aprendido que las cosas no suceden en la vida con tanta rapidez como bullen en su cabeza. Anoche compareció en el teatro Lara para celebrar los 25.000 ejemplares vendidos de su sorprendente debut, Los mares de China, y su primer Premio de la Música, obtenido a los 42 años en la categoría de artista revelación. Suena irónico, pero él se enorgullece. "No soy ningún boom, sino el fruto del boca a boca. Durante meses pensé que me comería el disco con patatas, y de repente la gente comenzó a comprarlo de dos en dos y de tres en tres ejemplares. Para regalar, claro. Y me encanta ser un regalo...".
Sus canciones están a caballo entre el tango, el son, y esos clubes neoyorquinos
Actor mediano en El joven Picasso, Morirás en Chafarinas o El camino de los ingleses, Toni fracasó con un grupo de funk, Sur, SA, y tardó mucho en que alguien se interesara por las canciones de Los mares de China, a caballo entre el tango, el son, el bolero, la chispa andaluza y esos clubes neoyorquinos impregnados en nicotina. "Me he levantado muchos lunes por la mañana sin tener nada; nada de nada", se sincera. "Pero nunca perdí la fe en el destino. No en un sentido cristiano, sino cuántico. Si agitas las partículas te acabarán moviendo. Hay que decirle 'te quiero' al agua y pensar, como dicen en Gladiator, que todo cuanto haces en esta vida tiene su eco en la eternidad".
Temas como Soñar contigo se han convertido ya en clásicos, pero el crooner malagueño no olvida los sinsabores del camino. "En mis años de actor pensé a menudo que debía abandonar la profesión, que quizás fuera muy malo. Detrás de ese hombre social y al que le gusta departir se encuentra un tipo inseguro que busca sus propios escudos".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de mayo de 2010