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Análisis:EL ACENTO

Un respeto a la tradición

Es una lástima que

el tiempo de los recortes del gasto público haya coincidido con la decisión de que el Ejército no rinda honores militares al Santísimo Sacramento durante la celebración del Corpus Christi, presentando armas ante las imágenes religiosas e interpretando las notas del himno nacional. Los partidarios de que

las Fuerzas Armadas

se empleen en estos menesteres, a los que hay que reconocer su indudable capacidad de imprimir color local, han argumentado el peso de la tradición, aunque han disentido de la fecha a la que habría que retrotraerla. Los más encendidos la han llevado nada menos que hasta 1492, evocando las gestas de Isabel y Fernando en el reino nazarí de Granada y su victoria sobre Boabdil, obligado a llorar como mujer, dijeron las crónicas, lo que no supo defender como hombre.

Si la bonanza económica hubiera continuado a estas alturas, una solución

de compromiso para

los defensores de la tradición podría haber consistido en traspasar las competencias de la celebración del Corpus Christi desde el Ministerio de Defensa a otro de nueva, o no tan nueva, creación: el Ministerio de Turismo, con o sin Información incorporada.

Se trataría, simplemente, de ir hasta los mismísimos orígenes, sin apartarse un ápice de la supuesta primera ceremonia, hace más de cinco siglos. Así que nada de uniformes de gala de unas Fuerzas Armadas del siglo XXI para rendir honores a las imágenes religiosas, sino cotas de malla y celadas; nada de fusiles, sino ballestas, espadas

y otras armas de época; y, en cuanto al himno, nada de Marcha de Granaderos, compuesta, como quien dice, anteayer, sino algún buen madrigal.

La dura realidad económica aprieta,

y este prometedor programa de festejos que tanto haría en favor del sector servicios, tan duramente castigado por la crisis, se enfrenta al problema de que no es momento para crear nuevos ministerios.

Pero si la celebración del Corpus Christi tiene que seguir dependiendo de Defensa por causas de fuerza mayor, mejor plegarse al mandato constitucional de aconfesionalidad

y esperar tiempos más holgados para restaurar la tradición en toda su magnificencia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de junio de 2010