En Pego, su pueblo, se le conocía como Fulleraca. En el carnet de identidad era Miguel Samper Peiró. Y Michel fue el nombre con el que atravesaría la canción española de los años sesenta y setenta. Al cumplirse un año de su muerte, un libro, Michel, la voz que desgarró el telón de acero, editado por el ayuntamiento de Pego, recoge la vida y trayectoria artística. El historiador y archivero Joan Miquel Almela se ha encargado de poner en orden la biografía. "Esta biografía", explica Almela, "aparte de ser una deuda con la memoria, trata también de analizar la figura de un cantante que conoció el éxito, aunque este le llegara a miles de kilómetros, y también la otra cara, el olvido".
Franco permitió el viaje porque no era Raimon el que iba a Rusia
Samaranch evitó que fuera a la cárcel por sacar iconos rusos
Formado en el mundo de las orquestas de los años cincuenta y primeros sesenta, Michel evolucionaría hacia la canción melódica y versiones de los éxitos internacionales. Sus eternas gafas de concha se hicieron populares en festivales, como Benidorm, Mediterráneo, en actuaciones en radio y TVE, y en las portadas para la Columbia, Zafiro y Belter, en una década que cambiaba de ritmo con la irrupción de los Beatles.
"Es paradójico", dice Almela, "que acabara siendo telonero para el grupo que transformó musicalmente los años sesenta y señaló el final de un estilo que de alguna manera representaba Michel". Michel actuó en las dos únicas galas que realizaron los Beatles en España, en Madrid y Barcelona.
Dos años después la fortuna llamó a su puerta. "Se encontraba cantando en Avilés", cuenta Almela, "y en el puerto había atracado un buque mercante ruso que comandaba un gigantón llamado Nikolai Kusmienko, que se quedó encandilado con su voz". Al año siguiente recibía una invitación del Ministerio de Cultura Soviético. "Se cuenta que tuvo que intervenir Franco, y que este, cuando le comentaron que un cantante valenciano quería actuar en la URSS, comentó '¿Quién es? ¿Raimon?'. Y le dijeron que no, que era Michel, que había actuado para él en el Palacio de la Granja, y dijo, 'Bueno, entonces que vaya". La aventura rusa duraría cerca de 30 años, con un repertorio entre el Valencia de Padilla y los Ojos de España. Aunque casi tuvo un punto final accidentado. "Sus actuaciones", dice Almela, "las cobraba mitad en dólares y mitad en rublos, pero la moneda rusa, aparte de su devaluación, no podía sacarse de la URSS y el cantante lo que hacía era comprar iconos rusos, que sacaba escondidos dentro de los instrumentos musicales". Juan Antonio Samaranch, embajador en la URSS, evitó que el cantante acabara en la cárcel.
Los últimos años de su vida Michel regresó a Pego, compaginando las actuaciones y las actividades plásticas, la pintura y la escultura. Incluso en una de sus últimas grabaciones estrenó el himno del Pego CF Alé Rogets. "Yo creo que a él", dice Almela, "no es el que le faltara la suerte, sino que no supo administrarla". "En vez de hacer las Américas, en su caso, fueron las Rusias".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de junio de 2010