Estos días hemos podido ver cómo algunos energúmenos se ensañaban pateando a una vaquilla durante 25 minutos en un pueblo de Málaga ante la pasividad policial. Es evidente que dos agentes destinados en la plaza no pueden detener a 15 salvajes, pero este tipo de sucesos que vienen dándose con frecuencia en festejos populares podrían evitarse si existiera de antemano un plan de actuación. El día en que las fuerzas de seguridad dispongan de un protocolo mínimo de actuación en encierros y capeas que evite el acoso y vejación de un animal hasta la extenuación, podremos empezar a pensar que habitamos en un país con verdadero sentido de la justicia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de junio de 2010