De alguna manera, España ya ha ganado varios Mundiales. Mundiales que ganamos, pero que, como aquel gol de Míchel contra Brasil en México 1986, no subieron al marcador. Porque, a pesar de las sucesivas eliminaciones, los españoles siempre llegábamos a la misma conclusión: éramos los mejores y nuestra eliminación una injusticia. Injusticia que llegaba en forma de codazo a Luis Enrique, de árbitro egipcio en Corea o, en definitiva, como consecuencia de jugar como nunca para perder como siempre. Así, fuimos poco a poco construyendo una épica de la eliminación. Una épica que nos protegía hasta el siguiente campeonato cuando volvíamos a partir entre los favoritos y que íbamos aderezando con otros factores, como el tener la mejor Liga. Sin embargo caíamos otra vez. Nos ganaban equipos que no tenían los mejores jugadores o jugadores que no jugaban como el mejor equipo.
Entonces llegaron ellos. Jugadores cuya mayor ambición era salir al campo a pasárselo bien. Luego, el fútbol hizo el resto. Villa, Torres, Casillas, Xavi y compañía nos recordaron que somos más el gol de Señor que el fallo de Cardeñosa. Nos desprendieron de la losa de los cuartos y matizaron la frase de Lineker: el fútbol son 11 contra 11 y no siempre gana Alemania, también puede ganar España.
La Furia no solo juega bien. Ahora también sabe ganar los partidos importantes. Se lo demostramos a Europa y vamos a enseñárselo al mundo. Este Mundial subirá al marcador.
Ánimo, campeones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de junio de 2010