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CARTAS AL DIRECTOR

Telerrealidad

Ayer encendí la televisión por primera vez desde hacía mucho tiempo: en un canal despellejaban a un hombre mayor, claramente medicado, titubeante, a punto de desmoronarse tras cada invectiva; en otro, se gritaban como verduleros medievales por un asunto de un pollo robado en una isla; varios iban disfrazados a pesar de su semblante muy serio; ellas, todas operadas. En el siguiente, un gay era acusado de ladrón de maridos infieles, mientras una mujer gritaba que era un desviado, un retorcido y un sucio; en un canal, señores diputados del Parlamento de la nación, los más altos funcionarios del Estado, se ofrecían para hacer el ridículo más abominable departiendo alegremente con una reportera "humorística" sobre sus conquistas femeninas de hacía 30 años, su virilidad made in Spain y una caterva de chistazos y ocurrencias que radiografiaban al autor, rodeados de policías y guardaespaldas por toda la calle, mientras se mofaban de que estaría ya hablando ZP sobre la crisis más grave del país, y que no se perdían nada. Uno le trajo del interior del Congreso un simpático dibujito que había perpetrado a requerimiento de la reportera mientras desarrollaba su "desempeño político".

Un rato después, por mi calle una nueva pandilla de posadolescentes tiraban todos los cubos de basura a patadas, como cada noche, mientras emitían gruñidos y cánticos corales.

Todo esto tiene relación, ¿no? Es todo lo mismo, ¿verdad?

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de junio de 2010