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CARTAS AL DIRECTOR

La herida laboral

Hace un año que me empezaron a agredir en un trabajo. Cumplía con mi horario y hacía mi cometido puntualmente. Llevaba dos más desde que entré, cuando la empresa empezó a crecer y ambicionar rutas y aviones de última generación. Prácticamente es el aniversario del primer mes no pagado, aunque previamente ya habían empezado los retrasos de 10 a 20 días. Sonreían y apostillaban que al final siempre cumplían con su parte del contrato. Pero no era así. Se empezó a complicar y fueron acumulando el monto debido, a la vez que las mentiras para justificarlo.

Entramos en una espiral en la que el pulso derivó en intentos de paro impedidos por Fomento y cheques a altas horas de la madrugada para no dejar los aviones desatendidos en actos de desesperación. Hasta que cerraron la compañía por un embargo desde Inglaterra. Toda la plantilla empezó a manifestarse. Era pleno invierno y siempre llovía, nevaba o nos caía la policía. Un día pudimos ver de frente al responsable de nuestra ruina. Escoltado y protegido. Conseguimos que nos incluyeran en un ERE temporal, pagado por todos los contribuyentes y liberando a Díaz Ferrán de hacerlo. Este intentaba vender la compañía. A fondos de inversión que especulaban con la deuda. Hubo concurso de acreedores. Parecía el fin.

Llegó la ansiada desvinculación y la empresa se encargó de tramitar la documentación para el Inem y el Fogasa. Nos volvió a herir. Ahora no vamos a cobrar nada. Nos deben mucho dinero (el que no tenemos) y no tenemos ni la prestación.

Además, aducen que nos han vendido con la deuda incluida. Mientras, Díaz Ferrán se ríe de todos desde su puesto de presidente de la CEOE. Cada vez que le veo sangro. Y le exponen a diario. Nadie acude en nuestro auxilio: ni Gobierno ni sindicatos ni la administración concursal. Y hablan de la reforma laboral.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 29 de junio de 2010