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Análisis:EL ACENTO

Unos rusos muy yanquis

Los vecinos de Richard y Cynthia Murphy en Montclair, Nueva Jersey, andan todavía boquiabiertos. El domingo por la noche, el FBI detuvo a la pareja por llevar, supuestamente, décadas trabajando como espías para el SVR, el servicio de espionaje heredero del KGB. Algunos están preocupados por su hija, aún en primaria. Otros se preguntan cómo una pareja tan americana que cuidaba tan bien las hortensias del jardín puede ser en realidad un par de fríos agentes de inteligencia.

Dos décadas después del fin de la guerra fría, sigue vivo el espionaje de viejo cuño que tanto inspiró a escritores y cineastas. El FBI ha detenido a 11 supuestos agentes (ocho de ellos, pareja) que, tras una esmerada formación en la materia, recibieron la orden de adaptarse al estilo de vida americano para pasar inadvertidos y enviar información a Moscú sobre energía nuclear, rumores de la Casa Blanca o grupos de presión. Era un plan a largo plazo para el cual eran necesarias falsas identidades y una vida vulgarmente americana.

Hace ya siete años que la policía empezó a vigilarles. Interceptó sus intercambios de mensajes, hechos con las técnicas más clásicas (tinta invisible, maletines cambiados tras un encuentro aparentemente casual, textos cifrados, morse...) y el domingo llegó la detención.

Tanto Washington como Moscú han quitado hierro al asunto y han manifestado su convicción de que las detenciones no van a deteriorar sus buenas relaciones bilaterales. Es lo habitual, aunque esta vez EE UU ha sido poco diplomático minusvalorando al contrario.

Aparte de todo lo anterior, dice el relato oficial que es desproporcionado el esfuerzo ruso para tan magros resultados, pues los espías no enviaban a Moscú información relevante. ¿No es eso un golpe bajo? Quizá es un relato pactado, dado que los rusos (dicen los americanos) creían que sus espías se habían olvidado de su misión tan empeñados como estuvieron durante años en formar parte del paisaje. Pero el primer ministro ruso, Vladímir Putin, espía antes de ser político, se lo ha tomado con humor. "Llega usted a Moscú en el momento adecuado", le dijo al ex presidente Bill Clinton dos días después de los arrestos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 1 de julio de 2010