Intereses electoralistas llevaron al Gobierno a negar la existencia de la crisis antes de las últimas elecciones generales; muchas personas y empresas se fiaron y asumieron riesgos económicos de los que ahora están pagando las consecuencias. Por ello y otras razones no estoy de acuerdo con algunos medios que reiterativamente propugnan un adelanto de las elecciones.
Aparte del gasto que supondría, no creo que un cambio de Gobierno supusiera ningún adelanto en la solución de la crisis; al fin y al cabo las soluciones nos las dictan instancias internacionales y dudo que sean diferentes las medidas que otros puedan adoptar al respecto.
Y sean cuales sean estas medidas, parece evidente que supondrán un desgaste para el Gobierno que tenga que aplicarlas; que cargue con esas consecuencias el Gobierno actual, que es también el que tiene mayor responsabilidad en la mayor gravedad de la crisis, por no prevenirla y haber tardado en reconocerla.
Un periodo electoral en plena crisis haría el que de nuevo aflorasen los intereses electoralistas, cuando tanto necesitamos que se antepongan el consenso y los intereses del Estado a los de carácter partidista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de julio de 2010