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Crítica:Pan. José Viñals.

Testamento del nómada

Poesía. No es extraño que una sociedad literaria afanada en construir hornacinas donde archivar a los autores según criterios taxonómicos, de estreñidas dicotomías, haya desatendido a un poeta migrante y huidizo, bueno en el mejor sentido de la palabra, que hizo del nomadismo la seña de su identidad. A finales de 2009 murió en Málaga José Viñals (Corralito, Córdoba, Argentina, 1930); esta vez se fue de verdad el escritor hispanoargentino que siempre estaba yéndose, aunque vivía en España la friolera de 30 años. Dado a conocer como poeta con Entrevista con el pájaro (Losada, 1969), su Poesía reunida (Ayuntamiento de Jaén, 1995) constituyó en la práctica un bautismo literario, pues llevaba un cuarto de siglo sin publicar poemas. De entonces acá José Viñals fue delimitando en sucesivos títulos el lugar de una poesía vinculada en sus orígenes a la vanguardia surrealista, que ponía voz a lo que de ningún otro modo puede ser dicho. Su obra compuesta entre 1998 y 2005 encontró acogida en el libro de libros (hasta 11 reúne, 10 de ellos inéditos) He amado (La Poesía, Señor Hidalgo, 2006). Coincidiendo con su muerte, la publicación de Pan es ocasión impagable para escuchar la proclama nada póstuma de este escritor que concibe la poesía como advocación amorosa y canto de frontera, testimonio moral y loa de las criaturas; sin desdeñar el fogonazo narrativo que hace de algunos poemas suyos espléndidos microrrelatos. Heredero de quienes, como el poeta de Rosario Aldo Pellegrini, se han echado la vida a la espalda y han dicho su palabra en despoblado, Viñals resume en Pan un mundo desparramado en prosas que desbordan los compartimentos del versículo en el que ha mostrado su magisterio tantas veces. Para el que aún no sepa de quién hablamos, baste leer alguno de sus poemas; por ejemplo, 'Panegírico': "Hoy hago el panegírico del pan: me pongo de rodillas. Sobre la mesa han quedado miguitas para los gorriones, bajo la mesa para las gallinas, en mi mano para el benteveo que me visita al anochecer. Es dorado el pan de mi padre y yo no tengo prisa. Ya volverán las horas de silencio. Acabo de ver un cáliz de oro. No tiene vino y yo no tengo sed. Cuando florezca el duraznero este jardín será perfecto". Entregados al balanceo inocente de la celebración, los poemas de Pan consagran la sustancia candeal de un universo generoso, testamentario y fúlgido.

Pan

José Viñals.

Pre-Textos.

Valencia, 2009

108 páginas. 11 euros.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de julio de 2010