Reconoce que no ha entrado en el mundillo de las motos por hacer negocio. Ni quiere saber si ejercer de mecenas de un equipo enrolado en la categoría intermedia del mundial de motociclismo le resulta rentable: "Tengo otros negocios que me dan más dinerito. Ya saben, mi negocio de tráfico de drogas", bromea. Y todos ríen la ocurrencia. Así de campechano habló ayer Antonio Banderas en el circuito de Montmeló, donde asistió para disfrutar del rugir de máquinas que superan los 300 kilómetros por hora, del calor de Barcelona... Y parecía feliz. En solo dos preguntas la prensa ya se percató de que el actor es un apasionado de la moto -posee seis-. De hecho, es el amo y señor de un equipo de Moto2, a pesar de que en Estados Unidos ninguna televisión ofrece esa categoría: "Sólo televisan las de MotoGP".
Banderas había aterrizado por la mañana en Montmeló, tras un costosísimo viaje desde Los Ángeles y un paseo en helicóptero hasta el circuito catalán. El malagueño es el jefe soñado: pone la pasta y el nombre y exige poco: "Ya dijimos que éste sería un año de rodaje. Yo estoy contento". Solo tuvo una queja: "Dani Devahive [director del equipo] me prometió dejarme probar la moto, pero veo que no será posible".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de julio de 2010