Me gustaría mucho tener una sólida afición al fútbol, pero no es el caso, aunque ya sé que yo me lo pierdo... Un Mundial, sin embargo, es una cosa especial: color, vuvuzelas, países que aprendes a situar en el mapa, pasiones, humanidad, vida... Me atrae profundamente todo esto. Qué gran solución para la violencia genética del hombre encauzar sus rencillas y pendencias hacia partidos de fútbol. Por ejemplo: Corea del Norte-Estados Unidos, Irán-Israel, India-Pakistán.... Si no reuniesen todos méritos suficientes, habría que dárselos invitándoles a una especie de campeonato paralelo.
El viernes habría leído un libro, casualmente relacionado con la geopolítica mundial, pero cambié de idea. En vez de eso, vi el partido Brasil-Holanda y, ¡fíjate!, también el Ghana-Uruguay. Algo nuevo aprenderé y fue el séptimo partido que veía este año. Para mí, ¡todo un récord mundial!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de julio de 2010