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Editorial:

¿Latinoamérica feliz?

La percepción que tienen los latinoamericanos de sí mismos y del mundo exterior es la mejor en los últimos cinco años. Sin ignorar pobreza, explotación, inseguridad, los sentimientos positivos se imponen en la encuesta del Latinobarómetro. Dieciocho países, 17 de lengua española y el lusófono Brasil, ven la realidad con optimismo. Y, paradójicamente, la crisis económica, que es cierto que afecta menos al continente americano que a la Europa desarrollada, contribuye a esa creencia en cuanto que revaloriza el papel del Estado como agente de bienestar social.

Los grandes factores que explican esa visión son el despegue internacional brasileño y la continuidad chilena en el éxito, mas ese acertijo idiosincrático que es Argentina. Una nación con inmensas posibilidades pero siempre prometidas a un futuro indeterminado, como Brasil, parece que se está encontrando a sí misma bajo la presidencia de Lula, aunque la eliminación el viernes en el Mundial no juegue a su favor; en Chile, y pese al devastador terremoto, la transición entre la concertación de centro-izquierda y la derecha ha sido un modelo de estabilidad; y Argentina, donde el descrédito de la política es mayúsculo, lo que no contradice la fe de los argentinos en sí mismos para mejorar las cosas, son la base del cuadro.

Estados Unidos y España han venido turnándose desde hace años en el primer y segundo lugar en el aprecio de los latinoamericanos, y este año, el del relevo del segundo Bush por Barack Obama, parecía inevitable que le otorgara la primacía a Washington. Hay que decir, sin embargo, que los datos son fuertemente coyunturales. Si la democracia parece básicamente consolidada en América Latina, una mínima unidad de propósito continental solo es un desiderátum, y la desigualdad, casi tan abismal como siempre. La esperanza que genera Lula no es un espejismo; pero en todo el mundo iberoamericano queda mucho por hacer.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de julio de 2010