En política es fácil el ninguneo. Zapatero ha menospreciado a la antaño compañera Rosa Díez al infravalorar los votos de 300.000 españoles que depositaron su voluntad en UPyD y que valen proporcionalmente menos que los de los que optaron por PNV o CiU. La ley electoral de este país permite que, por ejemplo, en el caso de los catalanes y vascos, 800.000 votos valgan 11 diputados para los primeros y 300.000 (los mismos que los de la formación de Rosa Díez) se transformen en seis para los segundos. O, en el otro lado, casi un millón de españoles que confiaron en la izquierda tengan solo dos representantes.
Totalmente justo, pues así está establecido y legislado para goce y disfrute de los dos partidos mayoritarios y de las formaciones nacionalistas. Y absolutamente irracional, pues vulnera el principio básico de igualdad. El voto de una alicantina no vale lo mismo que el de una catalana, por decir algo. Ya que las cosas son como son, y a los que mandan no les interesa cambiarlas, sería de agradecer que, por lo menos, se tuviera el respeto necesario y merecido hacia los que con libertad no optaron por la doctrina de Zapatero. Que una cosa es que se insulten entre ellos y otra es que se burlen de una. Así pues, que sigan con el negocio que tienen montado, pero sin faltar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de julio de 2010