Políticos del Gobierno y de la oposición se atreven a reconocer que todos vamos a sufrir, por muy impopular que sea semejante vaticinio. Nosotros, ciudadanos, nos quejamos pero hacemos firme propósito de apretarnos el cinturón hasta donde ellos decidan. ¿Va a ser este nuevo consenso entre ciudadanos comprensivos y políticos impopulares la resignada tónica del futuro?
Hay que modificar la identidad del político, su función, sus privilegios, sus carreras, su sentido de la responsabilidad, de la ética y de la vocación perdida. Y todo a favor y en defensa de la democracia, donde el ciudadano cuente de verdad. Pero los políticos no van a cambiar si no cambiamos antes los ciudadanos. Si tenemos nuevas reacciones y hacemos nuevas preguntas, si reclamamos cambios profundos, a lo mejor los políticos tienen nuevas ideas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de julio de 2010