En verano pasan una semana juntos en la casa que los abuelos tienen en la costa. Este año el encuentro tiene lugar el sábado 3 de julio, día en el que España y Paraguay se juegan una plaza en las semifinales del Mundial de fútbol. Un gran día para encontrarse, teniendo 10 años y siendo primos, ambos con toda la ilusión del mundo puesta en el partido y, por delante, una semana entera para agotar el arsenal de juegos con el que vienen armados: pelota de fútbol, de vóley, de tenis, raquetas y palas de ping-pong, gafas y tubos de buceo, pies de pato, pistolas de agua, patinetes, parchís, cartas, Nintendo y hasta un bingo. Los días son largos y va a dar tiempo a todo. Aun así, en cuanto se encuentran, a pocos minutos del inicio del partido, lo primerísimo es montar la portería en el jardín. Ya van, dicen, mientras dentro suenan los himnos, la dejarán montada y van. Pero no vienen, sino que se calzan las botas y chutan un rato para probar la red. Dentro se sufre la presión de Paraguay. Fuera se disfruta de otro fútbol. Ya van, ya van a animar, dicen, ahora montando la red de tenis y desenfundando las raquetas, un poco de peloteo y van. Pero no vienen. Paraguay marca poco antes de la media parte. Desilusionados, detienen el saque. Gol anulado por fuera de juego. Ilusionados, raquetas al aire y a desnudarse para lanzarse en bomba a la piscina. Ahora van, solo un chapuzón y van, pero siguen sin venir. Bucean y se retan a largos estilo libre. Empieza la segunda parte del partido y ellos continúan en el agua, con los labios morados, jugando al vóley. Dentro: penalti contra España. Fuera: ya van, un lanzamiento más, un largo más, una ahogadilla más y van. Para festejar el paradón de Casillas lo mejor es seguir jugando. Acto seguido hay penalti a favor, y ahora sí, ya van, enseguida van, pero a ver quién llega antes en estilo sirena tarada, con los pies cruzados y los ojos bizcos. Tragan agua de la risa. Gol de España, lo saben porque suena un petardo. Se alegran, pero siguen jugando. Anulado por invasión del área, errado el segundo intento. No se alegran, pero siguen jugando. Salen del agua directos a la mesa de ping-pong. Juegan como si el mundo finalizara con la cuenta atrás. Dentro se agoniza en pos de la victoria. Fuera se debate entre el parchís o las cartas. Como no se ponen de acuerdo deciden salir con los patinetes a buscar almendras. A ocho minutos del final Villa abre el marcador, y los de dentro salen a buscar a los de fuera. Están desnudos, con las bambas de tacos y las gafas de buceo, uno partiendo almendras con el reloj sumergible, el otro soplando la vuvuzela al oído de la perra, a ver qué pasa. España ya está en semifinales. Para celebrarlo, ¿pueden sacar el bingo?
Empieza la segunda parte y ellos siguen en el agua con los labios morados
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de julio de 2010