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AL CIERRE

Reflexión para agosto

Cuando se constata que bancos y controladores aéreos, que cobran más de 300.000 euros al año, tienen estrés, hay que concluir lo obvio: el dinero no da la felicidad. Ya puestos, cabe fantasear sobre lo feliz que puede llegar a ser alguien que no trabaja, es decir, un parado cualquiera. El cinismo actual no tiene límites y configura un excelso espectáculo. De eso se trata, que no decaiga.

Los catalanes tenemos circo asegurado, dada nuestra idiosincrasia -otros lo llaman identidad- y las circunstancias que rodean los trabajos idiosincrásicos que culminar en las próximas elecciones autonómicas. La democracia no debería suponer ni espectáculo ni cinismo, ni tampoco debería ayudar a que avanzara la estulticia, pero la época que vivimos parece conformarse con una política de saltos mortales enmarcados en pequeñas -por sectarias- dictaduras (culturales) encubiertas.

Si les digo que habrá que votar, otra vez, entre españolistas y catalanistas no descubro nada a nadie. Si, en cambio, propongo pensar en programas de derechas o de izquierdas, seguro que les costará entenderme. Es más fácil cada noche hacer examen de conciencia sobre si hemos sido, o no, buenos catalanes, que preguntarnos por la justicia, la libertad o el respeto a la pluralidad real (de estas cosas, todo el mundo lo sabe, la patente la tiene el PP).

El circo prefiere lo simplista y avanza un paso más: ahí está el estupendo mosquetero Joan Laporta -¿qué importa que el Barça se haya quedado sin un duro?- creando de la nada un partido político (Democràcia Catalana) junto con dos mosqueteros felices, uno de CDC, otro de ERC. "Uno para todos, todos para uno", ¡hale hop! Los mosqueteros y sus mariachis cantan al independentismo rampante y resucitan para la ocasión un nombre histórico: Solidaridat Catalana. Eso es lo que ofrecen precisamente: ¡independencia!, que es como decir ¡felicidad! Sólo los hooligans serán capaces de acatar la orden.

Así que en agosto nos tocará pensar si queremos ser independientes y darnos con un canto en los dientes -¡qué desgraciados somos!- si constatamos por un casual que vivimos en un mundo tan interdependiente que el problema España-Cataluña es lo de menos. Buen verano a todos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de julio de 2010