Quinqui: sonaba a delincuente español, a tirado, a droga de la cutre, a coches robados y risas. Al Vaquilla gritando: "Dale caña, Torete, que es robado". Y por supuesto, a muertos. Todo forma parte de una exposición que La Casa Encendida (ronda de Valencia, 2) que se acompaña de un ciclo cinematográfico. Si José Antonio de la Loma fue quien dio el disparo de salida, Eloy de la Iglesia ahondó con valentía en la marginalidad y los personajes reales que habitaban ese mundo. Desde luego, ellos eran la excusa perfecta para que entre 1977 y 1985 varios cineastas transgredieran la norma y hablaran del consumo de drogas, violencia y sexo, cebos que convirtieron a algunas de esas 30 películas en taquillazos. El miércoles a las 20.00 y a las 22.00 se proyecta en La Casa Encendida El pico 2 (1984), donde Eloy de la Iglesia prosigue con las aventuras de Paco tras la muerte de su amigo Urko por sobredosis. Pero sobre todo, es la constatación de la elegancia rodando de De la Iglesia, de su estilo definido, de su olfato para el realismo más crudo y la crítica social. Un maestro a reivindicar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de agosto de 2010