Ahora que gracias a nuestros impuestos los bancos no tienen estrés porque han pasado la prueba de confianza que ellos mismos han diseñado, no estaría de más que algún servidor público se dedicase con el mismo ahínco a hacerle pruebas de estrés al ciudadano para ver cómo de preparado está ante el caso de la tormenta económica perfecta que podría desencadenarse.
Sería útil ver en ese test de estrés cuánto más podrá aguantar la sociedad sin colapsar moralmente y sin que algún barrio comience a entrar en llamas, al estilo francés, para ser sofocado por las fuerzas antidisturbios.
Este brindis al sol de decir que nuestros bancos son solventes ¿cómo casa con que hace unos meses pedían miles de millones de euros al Estado llorando cual damiselas?
Aquí hay algo que no cuadra: o bien los tests están amañados o bien los bancos nos robaron la cartera miserablemente. En descargo de los políticos he de decir que diseñar un test que funcione para los españoles debe ser complicado.
El verdadero test será el 29 de septiembre cuando la huelga general fracase estrepitosamente y unos cuantos intenten linchar a unos cuantos y nuestros hijos encuentren un mercado laboral similar a las plantaciones de algodón de los negros esclavos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 2 de agosto de 2010