El tradicional acto de Azpeitia repitió algunos patrones y recuperó otros que estaban, en principio, olvidados. Por ejemplo, un centenar de simpatizantes radicales abertzales volvió a hacer pasillo a las autoridades, fuertemente custodiadas por la Ertzaintza, en la plaza de la basílica con pancartas -sin fotografías- en favor del acercamiento de los presos de ETA a Euskadi, e incluso se acercaron a la consejera Isabel Celaá para entregarle un informe.
El escrito, firmado por el colectivo de familiares y allegados a estos reclusos, Etxerat, versaba sobre la Conculcación de los derechos de los presos, pero, según denunciaron, la Ertzaintza les impidió dales la carta a la consejera. El año pasado este colectivo se mantuvo en un extremo de la plaza, a 100 metros de la zona donde pasó la comitiva.
Los manifestantes congregados en las inmediaciones de la basílica profirieron también gritos de Euskal presoak etxera (Presos vascos a casa) que no cesaron una vez iniciada la misa. De hecho, era posible escucharlos aun con las puertas cerradas. En relación con estos incidentes, Celaá señaló que dichas manifestaciones de protesta "forman parte del paisaje en el que vivimos y por eso el Gobierno vasco está trabajando por tener una sociedad mucho más pacífica, libre y unida".
En la plaza del Ayuntamiento en media docena de balcones se exhibían carteles de apoyo al acercamiento de etarras.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 2 de agosto de 2010