Las historias de espías vuelven a estar de moda entre nosotros. Se trata de relatos con unas señas de identidad propias, cercanas al sainete, y cuyos argumentos se alejan de los confusos enredos habituales en las novelas de John Le Carré o Graham Greene. Las tramas que recientemente han salido a la luz en nuestro entorno beben más bien de la tradición de personajes como Mortadelo o Anacleto. Probablemente, para el imaginario popular, uno de los agentes más representativos del modelo de espía hispano ha sido Fernando Paesa, quien colaboró en la rocambolesca detención de Roldán y del que no sabemos si está vivo, muerto o desaparecido.
Una víctima de estas actividades de vigilancia, Manuel Cobo, mano derecha de Ruiz-Gallardón, calificó de "Gestapillo" a la hipotética conjura de espionaje relacionada con la Comunidad de Madrid. La supuesta conspiración, cuyo sumario acaba de ser archivado por la juez, presentaba la originalidad de que los presuntos observadores y el observado se movían en el ámbito del mismo partido: el PP. Al menos, todo quedaba en casa.
Ahora resulta que incluso en Euskadi están aflorando este tipo de intrigas tan divertidas, como parecen atestiguarlo los llamados caso Zubiaurre y, especialmente, el caso Tellería. Según recogen los medios, también en este escándalo los imputados y algunos de los espiados pertenecerían a la misma órbita política, en esta ocasión a la del PNV. Definitivamente, le van a dar la razón a Pío Cabanillas, a quien se le atribuye la célebre frase de "cuerpo a tierra que vienen los nuestros", para ilustrar las puñaladas fratricidas que caracterizaron el periodo final de la UCD.
Lo cierto es que España no debe de ser un lugar muy propicio para ocultar información. Basta con que no quieras que algo se conozca para que inmediatamente aparezca en todos los periódicos. ¿Quién no se acuerda de los ultrasecretos papeles del Cesid, en los tiempos del coronel Perote? El Mundo comenzó a publicarlos por entregas y, al día siguiente, EL PAÍS ya ofrecía el lote completo.
Quizá es que tenemos alma de portera o que somos chismosos por naturaleza, pero últimamente la revelación de comunicaciones privadas se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Hace unos años, con toda la naturalidad del mundo, apareció filtrada en un diario una carta personal enviada por el obispo Setién a un preso de ETA. Posteriormente, hemos podido acceder a las conversaciones de Francisco Camps con El Bigotes, su "amiguito del alma". A mí personalmente siempre me ha sorprendido que lleguen a divulgarse como si tal cosa entrevistas de abogados con sus clientes, por muy malvados que éstos puedan ser. Esta misma semana se difundía un diálogo telefónico del máximo accionista del Hércules en el que reconocía haber untado al guardameta rival para que se dejase meter un gol. ¡Cuidado con lo que dices, alguna "Gestapillo" puede estar a la escucha!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de agosto de 2010