Era un 6 de agosto de 1945. Estados Unidos lanza la bomba atómica sobre Hiroshima por orden del presidente Harry Truman. Tres días después, otra bomba destruye Nagasaki. Trescientos mil civiles muertos, hombres, mujeres, niños, ancianos. Una destrucción total. Los supervivientes, con el cuerpo quemado, muchos mutilados o ciegos, deambulaban sin rumbo, como fantasmas enloquecidos. Esta fue una de las tragedias más terribles provocadas por el ser humano a lo largo de la historia.
Ahora, 65 años después, sigue la amenaza de guerra nuclear: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, Israel, India, Pakistán, Corea del Norte... poseen o construyen bombas atómicas. ¿Cuándo la humanidad abandonará la amenaza de guerra para volcarse en la construcción de un mundo en donde a nadie le falte el pan, la atención sanitaria, la educación, el trabajo..?
No es solo responsabilidad de los gobernantes. Es tarea de toda la sociedad civil organizada. Es hora de superar fronteras y nacionalismos, de destruir muros y tender puentes a todos los pueblos, para forjar un mundo sin armas y sin guerras.
Este 65 aniversario nos dice que la paz todavía es un desafío pendiente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de agosto de 2010