Por alusiones, me veo obligado a responder la carta del embajador de Israel en España (Puntualización, publicada en EL PAÍS el 18 de agosto) en la que se califica uno de mis trabajos recientemente publicado por la Fundación Alternativas y mencionado en un artículo de opinión de Javier Valenzuela como "panfleto pseudoacadémico... plagado de falsedades, errores y tergiversaciones".
Debe de resultar ingrata la tarea del señor Rafael Schutz, obligado en tantas ocasiones a justificar lo injustificable: la sistemática violación de los derechos más elementales de la población palestina bajo la ocupación desde hace ya más de cuatro décadas.
El embajador israelí dedica ímprobos esfuerzos, por fortuna sin demasiado éxito, a tratar de convencer a la opinión pública española, y también a los medios de comunicación y a los think tanks más prestigiosos de este país, de que los palestinos no son más que unos peligrosos terroristas empeñados en hacer desaparecer el Estado de Israel, que nunca viola la legalidad internacional: ni cuando bloquea Gaza, ni cuando erige un muro de 700 kilómetros en Cisjordania, ni cuando impone castigos colectivos sobre la población, ni cuando construye asentamientos, ni cuando judeiza Jerusalén Este a marchas forzadas, ni cuando asalta flotillas humanitarias en aguas internacionales.
Todo aquel que difiera o cuestione este planteamiento se convierte en enemigo a batir al que se le puede tachar de antisionista, antiisraelí o, sin ningún rubor, antisemita, según el humor con el que se levante el señor Schutz esa mañana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de agosto de 2010