El Gobierno sacó ayer adelante la versión definitiva y corregida de la reforma laboral, pero lo hizo en medio de una soledad absoluta. Los socialistas no pudieron sumar ni un solo apoyo en la votación final. Por el contrario, la derecha criticó la ley por insuficiente y la izquierda la rechazó por considerarla una agresión a los trabajadores. Pese a todo, y en un inestable equilibrio de geometría variable, el Ejecutivo ha superado uno tras otro todos los obstáculos parlamentarios en los tres meses de tramitación entre el Congreso, el Senado y nuevamente el Congreso. Celestino Corbacho, con fecha de caducidad, defendió su última ley como ministro de Trabajo, a la espera de dejar el cargo tras la huelga general. Casi a la misma hora y a pocos kilómetros, los líderes de CC OO y UGT encendieron los ánimos de 16.000 delegados sindicales en Vistalegre. El acto, previo a ese paro general convocado contra esa reforma laboral, se convirtió en una auténtica demostración de fuerza frente al Gobierno. Los discursos recogieron durísimas críticas al Ejecutivo.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 10 de septiembre de 2010