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Análisis:EL ACENTO

Doble militancia

El presidente de la Federación Portuguesa de Fútbol, Gilberto Madail, no daba ayer por cerrado su intento de fichar a José Mourinho como entrenador de Portugal. Más que de ficharlo, de alquilarlo: por días o incluso por horas, puesto que se trataría de que dirigiera el combinado luso en dos partidos, los días 8 y 12 de octubre, contra Dinamarca e Islandia.

Esto es lo novedoso, el arriendo por unos días, porque, sin ser habitual, hay antecedentes de entrenadores que lo son a la vez de un club y de una selección nacional: Guus Hiddink lo fue del PSV holandés a la vez que de la selección de Australia, demostrando que la distancia no es obstáculo. Hay otros casos, pero el que más recuerda al de Mourinho es el de Helenio Herrera, que también era en su tiempo el más famoso entrenador del mundo y que siéndolo del Inter de Milán fue contratado para entrenar a la selección española en el Mundial de Chile, 1962. Lo hizo en tres partidos jugados entre el 31 de mayo y el 6 de junio de aquel año: una semana. Entrenar, pero no seleccionar a los jugadores, tarea para la que se designó a Pablo Hernández Coronado, un influyente personaje de la España de entonces que ya en los años cuarenta había sido encargado de confeccionar las alineaciones del Real Madrid, con un inglés, mister Keeping, como entrenador.

La propuesta de Gilberto Madail es un tanto envenenada: Mourinho declaró ayer que se debía al Madrid y por tanto no podía decir que sí a la oferta portuguesa. Tenía 10 millones de razones libres de impuestos al año para opinar así; pero como portugués, tampoco puedo decir que no, añadió, y dio argumentos para demostrar que en el fondo no era del todo imposible compaginar por unos días ambas tareas. En resumidas cuentas, que la decisión deberían pactarla el Madrid y los federativos portugueses, o sea Gilberto y Florentino. Pero pasar la pelota al presidente era ponerle en un compromiso: o cedía, a costa de su autoridad, o contrariaba a un entrenador en cuyas manos ha puesto todo el poder (y su futuro).

Un embrollo algo absurdo porque si la iniciativa prosperase sería en un clima confuso y polémico, poco favorable para que Cristiano y compañía rindan como de ellos se espera para salvar a Portugal (y al Madrid).

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de septiembre de 2010