En el bíceps derecho de John Sayles hay más cine acumulado que en todas esas seculeas clónicas con el apellido 2, 3 o 4. Ese bíceps férreo parece hecho del mismo material rotundo que la obra de Sayles (Schenectady, Nueva York, 1950), un hombre con una curiosidad furibunda por la vida y los otros seres humanos. "Porque soy curioso, hago cine". No ha dirigido dos películas iguales: Passion Fish, Matewan, El hermano de otro planeta, El secreto de la isla de las focas, Limbo, Casa de babys, Lone star, Hombres armados o Silver city (con la que se burlaba de Bush junior).
Las películas se las ha pagado escribiendo para otros en Hollywood. "Con Amigo me he quedado sin un dólar, así que volveré a hacerlo". A Donosti vuelve en cuanto puede, y ahora trae a concurso Amigo, su visión de la guerra de Filipinas. Desgraciadamente la película ha sido hecha con el bíceps izquierdo, y en ese Sayles tiene ideología, pero no arte.
El castellano del cineasta ha mejorado mucho, pero cuando se le ofrece charlar en inglés, acepta: "Me gusta practicar mi español, aunque necesito más vocabulario y rapidez".
Como mandan los canones, el autodefinido como "abuelo del cine indie" recorre el conflicto con múltiples personajes y cada uno de ellos habla su propio idioma: "No puedo traicionarme. Solo así puede el público completar el puzle. Me interesaba ese momento, es una época en que los americanos estaban orgullosos de ser imperialistas y racistas: eran el pueblo elegido de entre las naciones más poderosas, y era su obligación llevar el cristianismo y el capitalismo hasta, por ejemplo, Filipinas. En fin, en mi país solo el 2% del público lee subtítulos. No sé a quién le llegará. El futuro es duro".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de septiembre de 2010