El Athletic tiene un reto: rescatar a Fernando Amorebieta de una dinámica que no beneficia ni al club ni al futbolista. No es fácil porque no se trata de un cadete al que moldear, sino de un jugador convocado ya para la selección española y que ha atraído a equipos europeos de prestigio aunque sean menos de los que él cree. Su entrada al barcelonista Iniesta el pasado sábado solo ha puesto en candelero su condición de sospechoso, lo peor que le puede ocurrir a un defensa central, siempre expuesto a las decisiones arbitrales.
Independientemente de la explosión mediática por la acción contra Iniesta, el Athletic necesita emprender la Operación Amorebieta para recuperar a un futbolista que reúne juego aéreo, rapidez en el cruce, golpeo del balón y entrega absoluta, pero también impetuosidad, mareos internos...
Quienes le conocen aseguran que el trabajo psicológico con Amorebieta debe ser intenso. A Joaquín Caparrós ya le tocó recuperar a un derruido Llorente por el mal trato de algún entrenador anterior. Lo logró. Con Amorebieta no va a ser un trabajo menor. A Llorente le faltaba autoestima. A Amorebieta, jaleado hace años por su intensidad compulsiva, quizá le sobra.
Algunos recuerdan que Amorebieta llegó a estar asesorado por tres agentes a la vez y que se repiten sus salidas de tono, pero nadie le achaca un comportamiento díscolo fuera del campo y cuantos le han tratado consideran que es manejable y abierto a la discusión.
Es el nuevo reto de Caparrós: modular el grado de exigencia a un futbolista al que le puede y le destruye la adrenalina. A él le corresponde encontrar al verdadero Amorebieta. No al que jalea la grada en sus excesos, sino al que aplaude su equipo en sus aciertos. De lo contrario, el sospechoso se convertirá en un tipo en busca y captura por los árbitros. Y se perderá.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de septiembre de 2010