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Crítica:FERIA DE OTOÑO

Horizontes lejanos

Horizontes negros para la ganadería brava a tenor de la pésima clase de los novillos de José Luis Pereda, y un porvenir poco claro y lejano para la novillería andante según lo visto ayer a la terna juvenil que no pudo evitar que se atropellaran sus ilusiones y, quién sabe, si su futuro.

Con novillos tan mansos, tan descastados y tan deslucidos no es posible el toreo que hoy se demanda. El problema reside, quizá, en cómo es posible que la sabiduría tan autodidacta como sabia de los ganaderos se muestre tan incapaz de encontrar la medida exacta de presentación, bravura, casta y nobleza. Que es difícil ya se sabe, pero no menos que esta pasarela de novillos absolutamente inservibles. ¿Quiénes son los padres y las madres? ¿Qué tipo de genes han transmitido a sus hijos? Qué misterio tan insondable este de la ganadería...

Pereda / Escribano, Castaño, Barrio

Novillos de Pereda -el primero, devuelto-, muy descastados; sobrero de Hnos. Torres Gallego, dificultoso.

Cristian Escribano: silencio tras aviso en su lote. Damián Castaño: silencio en ambos. Víctor Barrio: ovación y silencio tras dos avisos.

Plaza de Las Ventas. Novillada de la Feria de Otoño. 30 de septiembre. Tres cuartos de entrada.

Y hete aquí que llegan tres chavales con el ánimo de aprovechar la oportunidad que la vida les regala; y se estrellan. Claro que se estrellan. Primero, porque no se puede torear a un mulo; segundo, porque les puede su inexperiencia y sus escasas cualidades; tercero, porque, hoy por hoy, hay que ser un artistazo para emocionar, y parece que a ninguno de los tres le adorna tal condición, y cuarto, porque no tienen hambre ni física ni de la otra. En resumen, que el festejo es un tostonazo, y el mañana de estos novilleros muy espinoso.

Si no eres un artista excelso, debes jugarte la vida sin trampa ni cartón. ¿Y para qué voy a jugarme la vida si no voy a sacar nada en claro? Por cierto, para poner la vida en la balanza hay que tener el valor suficiente para ello.

Un lío... Entre que no hay hambre, el corazón bombea a velocidad inusitada y que nada sale como se pensó, ojalá pase este cáliz cuanto antes. Así, Escribano intentó justificarse con escasa emoción; Castaño se dio el arrimón en el quinto, y Barrio, con mejores maneras, no remató. Lo dicho: horizontes lejanos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de octubre de 2010