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CARTAS AL DIRECTOR

Erratas y jeroglíficos

Como era un acariciado sueño, y aunque estaba en un momento económico nada desahogado, cuando en mayo descubrí que EL PAÍS sacaba la colección de libros del Pensamiento (Pensamiento Masculino, pero eso es otra historia) me dispuse a cumplirlo. No exagero si digo que he tenido que remirar precios y hacer algún recorte en gastos de alimentación y vestido. He prescindido del cine, televisión, radio, incluso de algún paseo. Pero todo lo he dado por bueno a cambio de haber pasado un largo y feliz verano envuelta en un rumor de verdades deslumbrantes, deducciones geniales y luminosas reflexiones. Ortega, Platón, Séneca, Einstein, etcétera.

Juro que soy poco querulante, como Schopenhauer, por cierto, pero como en mi caso no tengo ninguna herencia familiar que me apuntale, voy a estrenarme: ¿no creen en EL PAÍS que deben y pueden permitirse contratar a correctores humanos para corregir los cientos de erratas que se les cuelan a las máquinas -tontas, lógicamente- que les hacen la fotoimpresión? Letras fundidas en una sola (no se sabe bien si es que alguien "clama al cielo" o es que sube la "dama al cielo"); sílabas aberrantes, como consecuencia; palabras que se funden en una desconcertante tercera. Por no hablar del acento del adverbio "sólo", tan útil, al que ya hay que renunciar por completo.

Les recuerdo que estos libros no se compran para adornar los anaqueles o presumir con los vecinos, sino para leerlos antes (paro forzoso, vacaciones, ratos libres) o después (jubilación). Y a eso iba. Cuando llegue la feliz jubilación y por fin podamos buscar refugio o consuelo en la sabiduría escrita de todos los tiempos, tal vez podamos leer estos ensayos con una buena lupa. Pero ¿creen ustedes en serio que para entonces nos quedarán neuronas para cavilar dos jeroglíficos por página?

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 8 de octubre de 2010