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Análisis:

Nada nuevo

El suicidio de Tyler Clementi, después de que un par de compañeros suyos de la Universidad de Rutgers colgaran en la Red imágenes robadas donde se le veía en un encuentro homosexual en su habitación, ha tenido consecuencias mediáticas en todo el mundo. Para empezar, ha vuelto a pedirse que le pongan un murete de hormigón al puente de Washington para disuadir a los suicidas que lo utilizan. Hace años que el viaducto de Madrid luce unas cristaleras que aspiran a servir de efecto disuasorio. Los medios solo tratan del suicidio cuando pueden extraerse de él conclusiones sociológicas, pero lo silencian cuando a lo único que puede contribuir es al efecto contagio. En el caso de Clementi, la facilidad para encontrar culpables, desde los alumnos malvados hasta los profesores indiferentes, promueve su explosión mediática.

En Estados Unidos, una oleada de suicidios entre jóvenes homosexuales, algunos de tan solo 13 años, ha hecho necesario reincidir sobre el acoso homófobo y la falsa normalización social. Desde las condenas religiosas hasta el peso de la tradición, se alimenta la culpa de quienes se descubren distintos. Y al mismo tiempo que producen esas tragedias interiores, el acoso y la amenaza de los demás se ampara en la infame certeza de que unos son normales y superiores a los otros. Seguramente los chavales que colgaron las imágenes de Clementi no perseguían su suicidio. La crueldad cobra distinta intensidad cuando las consecuencias son tan brutales. El hecho de que las redes sociales sean utilizadas para promover chantajes y agravios nos enseña que todo avance tecnológico es solo un instrumento más donde se repiten los comportamientos humanos. Nuestra naturaleza está en usar cualquier novedad para las actitudes eternas. Colgar imágenes humillantes en la Red perpetúa la novatada, la impunidad del grupo, la crueldad gregaria. La Red ha reaccionado colgando una campaña de homosexuales relevantes que cuentan cómo sobrevivieron a la crueldad escolar en su juventud. Se llama It gets better (Mejora) y recuerda que la ventana que mata puede usarse también para acercar el sufrimiento íntimo de unos a la peripecia vital ya resuelta de otros. Nada nuevo sobre el planeta. En la nave de Star Trek también habrá acoso laboral, celos y rencillas. El futuro es el pasado redecorado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de octubre de 2010