Ayer, 12 de octubre, falleció en Murcia el profesor Eduardo Bello Reguera, catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia. Ante la súbita pérdida de un amigo y compañero de tantos años, con la pena y el desconcierto atenazándome todavía la garganta, me siento a escribir estas líneas.
Lo conocí en 1979, y desde entonces compartimos tareas y responsabilidades académicas. Nos unía la pasión por la filosofía y la justicia. Fue el primer profesor al que llamó Joaquín Lomba para poner en marcha la Licenciatura de Filosofía en 1975. Estudió en Lovaina y se doctoró en Barcelona. Fue el primer decano de la Facultad de Filosofía (1992-1994), y director del departamento de Filosofía hasta 2010. Durante más de 20 años dirigió Daímon. Revista de Filosofía, gracias a su gestión una de las más prestigiosas de España. Apreciado como hombre de consenso, siempre dispuesto a la reconciliación y al entendimiento, dedicó su vida a la docencia y la investigación.
Durante más de 30 años, se ocupó de grandes autores de la filosofía moderna y contemporánea: Descartes, Rousseau, Kant, Sartre, Merleau-Ponty y Rawls. El hilo conductor de su actividad intelectual y de su compromiso fue la defensa de la tradición ilustrada, y la razón, la democracia, la justicia y los derechos humanos.
Tenía previsto seguir trabajando, tras su jubilación, en la revista Daímon, en varios másteres y mil cosas más. Cumplió 70 años el 26 de septiembre. Al día siguiente, ingresó en el hospital para una revisión. El desenlace nos coge desprevenidos, sobre todo a su mujer, Encarna, también profesora de Filosofía, y a sus hijas Irene y Elena. En nombre propio y en el de todo el profesorado, alumnado y personal administrativo de la Facultad de Filosofía, quiero rendir homenaje público a su memoria.
Antonio Campillo es decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de octubre de 2010