Una mezcla explosiva de garra y talento bajó del cielo al Sevilla de Gregorio Manzano. Un fútbol eléctrico del Sporting que ahogó al conjunto andaluz en cada balón dividido, en cada anticipación, y que tuvo su colofón en la obra de arte de Diego Castro en el segundo gol asturiano. El hijo del técnico Castro Santos fulminó al cuadro andaluz con un taconazo en el área pequeña de enorme calidad, al alcance de muy pocos. Partido redondo del Sporting, que desarboló a un Sevilla de buenas maneras, aunque incapacitado para la salvaje partida que le propuso un rival desatado.
Al ritmo que imprimen Eguren y Rivera y con las gotas de clase del propio Castro y De las Cuevas, pocos serán los equipos que sobrevivan a la tormenta que supone jugar en El Molinón si el Sporting se comporta con la intensidad de citas como la de ayer. Todo eso, además, ante un Sevilla que, si bien naufragó en la defensa, nunca perdió la cara al partido y mostró aceptables maneras en el ataque.
SPORTING 2 - SEVILLA 0
Sporting: Juan Pablo; Lora, Iván Hernández, Gregory, José Ángel; Rivera, Eguren; Carmelo (Sergio, m. 89), De las Cuevas (Nacho Novo, m. 75), Diego Castro; y Sangoy (Bilic, m. 80). No utilizados: Cuéllar; Ayoze, Jorge y Barral.
Sevilla: Palop; Konko, Alexis, Escudé, Fernando Navarro; Alfaro (Acosta, m. 73), Renato, Romaric (Guarente, m. 54), Perotti; Luis Fabiano y Negredo (Kanouté, m. 54). No utilizados: Varas; Cáceres, Dabo y Zokora.
Goles: 1-0. M. 5. Sangoy. 2-0. M. 50. Diego Castro.
Árbitro: González González. Amonestó a Sangoy, Iván Hernández, Alexis, Guarente, Rivera, Eguren, Diego Castro y Nacho Novo.
25.000 espectadores en El Molinón.
Fue un tormento para el Sevilla refrendar el cambio de aire inspirado por Manzano en un territorio tan hostil. A los cinco minutos, Palop claudicó ante el espectacular remate de Sangoy. El centro del campo hacía agua para sentir en sus carnes el punzante e incansable fútbol del Sporting.
Ante la avalancha local, el Sevilla no se descompuso. Intentó siempre tener el balón, doctrina principal de Manzano. Pudo empatar Alfaro en un partido de alto ritmo, que crecía por momentos ante el cruce de estilos propuesto por dos equipos bien dirigidos desde el banquillo. Todo concluyó con la obra de arte de Diego Castro. Su golpeo con el tacón mareó a un portero de la talla de Palop.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de octubre de 2010