Probablemente, si se hiciera una encuesta de popularidad en España, el pueblo gitano no ganaría el primer premio. Tampoco lo harían en este momento cierta clase de inmigrantes. Miramos con el rabillo del ojo a algunas comunidades foráneas que parecen no dar palo al agua y perciben del erario público, sabiendo, como sabemos, que la picaresca autóctona es insuperable, así que, entre unos y otros, la distribución presupuestaria nunca podrá ser fiable.
Siempre fue un reto para la antropología, la historia y la sociología explicar los orígenes romaníes. Cuando surgieron en España, allá por el XV, se les apodó egiptanos, en la creencia que procedían de Egipto, y hubo cordialidad y empatía. Era mucho más de lo que podía esperar un pueblo que huyó hacia Europa desde algún lugar entre India y Pakistán por las invasiones musulmanas y turcas. Pero a los Reyes Católicos se les ocurre buscar la homogeneidad cultural de este país y les ponen plazo para encontrar domicilio fijo, oficio y cambio de costumbres so pena de expulsión, ¿les suena? Posteriormente, Fernando VI con su "Gran Redada" casi remata la faena.
En realidad, los que siempre han sobrado -y siguen sobrando- son los que nada poseen. Aquellos con el "riñón" cubierto, vengan de donde vengan, son invisibles. Sarkozy lo sabe, y los demás también.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 20 de octubre de 2010