En los últimos tiempos podemos leer y escuchar continuamente quejas sobre el sometimiento de los Estados democráticos a la tiranía de los mercados financieros. Se critica la imposición antidemocrática de esos grupos y la usurpación de la soberanía que legítimamente corresponde a los Gobiernos que hemos elegido.
Pero la verdad es que no es así. Los mercados simplemente prestan dinero a quienes se lo piden y ponen condiciones a esos préstamos más estrictas cuanto menos se fían del peticionario. Por tanto, hay que pasar de los mercados de la única forma que ellos lo entienden: necesitándolos lo menos posible.
¿Quiere esto decir que hemos de aceptar las recetas de la derecha tradicional de menos impuestos y cuanto menor tamaño de lo público mucho mejor? No. Solo que las circunstancias de una crisis extraordinaria y las limitaciones para los Estados del euro han puesto de manifiesto de forma abrupta lo que en adelante ya nunca podremos perder de vista: que tendremos el sector público del tamaño que el Gobierno de turno considere adecuado, pero siempre financiado en su mayor parte con impuestos o recursos propios. Y a reírse de los mercados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de octubre de 2010