Al leer en el periódico un clamor de los partidarios del Tea Party en que piden: "Queremos que los extranjeros nos devuelvan América", uno siente una especie de ternura con su inocencia. A uno le parece que no se percatan de que los extranjeros son ellos, y no solo los ultras, sino todos los norteamericanos, que no son más que los descendientes de aquel conglomerado de extranjeros que se hicieron con las tierras de los indios.
Pero la ternura se desvanece cuando ves que piden también llevar y utilizar las armas, conservar su racismo, preservar su intransigencia, presumir de democracia y querer imponer al mundo su visión de la vida del más acá y del más allá. ¡Qué Dios nos libre de tales "inocentes"!.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de octubre de 2010