Muchos jóvenes hemos asimilado que es necesario el criterio para emitir una crítica y que para obtenerlo es imprescindible la formación, la cultura en sí misma, que se adquiere a través del estudio, de la lectura, del contacto con la actualidad a través de unos medios de comunicación que son más accesibles que nunca, del desarrollo de la oratoria, del conocimiento de idiomas, que nos otorga apertura de mente y, como consecuencia, objetividad. Somos jóvenes capaces de dominar las nuevas tecnologías, disfrutar de todo el hedonismo propio de la juventud y diferenciar la libertad del libertinaje. Por eso necesitamos que el Estado y la sociedad en general inviertan en nosotros. Somos una apuesta segura. Si pretendemos eliminar prejuicios e ideas preconcebidas, hemos de ratificar nuestra valía a través de un currículum cuyo comienzo sea el párrafo de los conocimientos. Solo así tendremos la capacidad de cambiar el presente y forjar el futuro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 6 de noviembre de 2010