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¿Derechos, qué derechos?

La operación se repite campo tras campo. Ventura Montalbán y Luis Poveda, de Comisiones Obreras, bajan del coche, se acercan al grupo de trabajadores que acarrean las cajas y dicen: "Somos del sindicato. Venimos a ver cómo se paga y cómo se aplica el convenio". No es fácil saber si los collidors del Este entienden el castellano, aunque parecen relajarse un poco al comprobar que los tipos del coche ni son policías ni van a pedirles papeles. Si están trabajando, siguen moviéndose. Suben la caja al camión, echan un vistazo a los sindicalistas, dan media vuelta y se pierden de nuevo tras la hilera de naranjos. En algún campo, las chicas jóvenes que forman parte de la cuadrilla se dedican a apuntar cada caja que se carga y quién debe cobrarla. En otros campos las jóvenes cargan cajas como los demás.

No es raro encontrar a un español, pero casi siempre será el camionero, el propietario del terreno o el cabo de la cuadrilla. Alguien, en resumen, que nunca puede contestar (porque dice no saberlo) nada: ni cuánto cobran los trabajadores, ni cuántas horas al día pasan en el tajo, ni si tienen contrato y documentación.

La cuadrilla de rumanos y lituanos que ayer por la mañana trabajaba en Godelleta (La Hoya de Buñol) había salido de Oliva (La Safor), y hoy tenían previsto seguir haciéndolo en la comarca de La Plana Baixa.

"Los trabajadores del Este hablan poco. Prácticamente no hablan", cuenta Poveda, "y eso dificulta las cosas". "Ellos son los más castigados por la crisis", añade Ventura; "los inmigrantes parten de una situación de pocos recursos, desconocen las leyes, desconocen los convenios, desconocen sus derechos. Y tampoco tienen el colchón familiar que tienen los autóctonos".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de noviembre de 2010