¿Cómo acabó en este fregado? Los productores de [la cadena de televisión] HBO buscaban gente nueva. Yo tenía un relato y me pidieron que inventara un mundo a partir de él.
Dice que ha creado un héroe para el siglo XXI. Es la última versión de un arquetipo de toda la vida. La actualización del detective privado.
Por su personaje deduzco que obviamente es más de Raymond Chandler que de Dashiell Hammett Me gustan los dos. Pero el Jonathan de la serie, sí, es más de Chandler y de su forma original y algo chiflada de escribir.
¿Es su serie una sobre el nuevo Brooklyn, donde das una patada y sale un artista? No es todo así. Yo nací en Manhattan, aunque mi familia es de Brooklyn. Mi generación hizo el camino inverso a la de mis padres al volver al barrio por razones económicas.
¿Qué problema tienen los nuevos escritores de televisión con los viejos formatos? No estoy muy familiarizado con las nuevas series, como The Wire, que tienes que ver entera para enterarte de algo, o Los Soprano, que me gusta, pero cuyo protagonista me plantea el dilema de que siempre se está cargando a alguien. En toda mi vida adulta solo he tenido tele desde hace un año, por razones obvias.
¿Existe el humor judío? Es complicado decirlo. Como judío, cuando escucho mis chistes de judío me siento como cuando escuchas con extrañeza tu propia voz grabada.
¿Hay algo sobre lo que no se pueda bromear? Nunca hago chistes basados en la superioridad.
¿Existe la gracia infalible? Las escatológicas suelen funcionar. El mundo se divide entre los que ríen los chistes de pedos y los que no. Siempre funciona el que habla de un tipo que, en una inauguración, está incómodo porque piensa que tiene mal aliento.
¿Cuál es su cómico favorito? Richard Pryor.
¿Aún boxea? Hace tiempo que no. No sé si volveré a hacerlo. He estado leyendo mucho sobre los daños cerebrales que puede ocasionar. Y ya estoy bastante zumbado, me parece.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de noviembre de 2010