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Crítica:FLAMENCO

Mucho duende

Las aspas de El Molino vuelven a girar con fuerza y, en el aspecto musical, todo indica que en las noches de los martes aún girarán con mayor potencia. La responsable de esa inusitada actividad eólica es Mayte Martín (vive a dos pasos del emblemático local), que dirige y programa una nueva iniciativa de nombre premonitorio: Poco ruido y mucho duende. Flamenco de altos vuelos presentado con sobriedad y, sobre todo, con seriedad en el remozado (en realidad reinventado) escenario del monumento cultural del Paralelo.

Con poco ruido, el local se llenó para asistir a la inauguración del ciclo. Sin duda el regreso del El Molino a la primera línea tiene su tirón pero esa noche la propuesta era inapelable: Enrique Morente, un cantaor que nunca está demasiado visto. Con su paso por el Liceo todavía caliente, Morente volvió a sentar cátedra y demostró que en las distancias cortas su cante gana mucho. El granadino bordó 70 minutos de emoción, en ciertos momentos pura pasión. Levantó al personal por alegrías y coronó su soberbia actuación con fragmentos de Poeta en Nueva York, de García Lorca, dejando claro que, en estos momentos, nadie puede decir esos versos como él, convirtiendo las palabras en fuego. Y todo con una sencillez y una cercanía apabullantes. A eso se le llama duende, mucho duende.

ENRIQUE MORENTE

El Molino. Barcelona, 23 de noviembre

Morente no tiene que superar ninguna reválida en Barcelona. De ser así, hubiera obtenido la nota máxima. El Molino, en cambio, tenía que demostrar que podía cocinar música en vivo y los resultados también fueron sobresalientes. Entre bastidores se hablaba ya de próximos proyectos de contenido musical; esperemos que se lleguen a materializar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de noviembre de 2010