El Fondo Monetario Internacional ha realizado muchos préstamos a países en desarrollo, a los que impone una serie de condiciones antes de soltar fondos, fuertes ajustes estructurales que garantizan su entrada de cabeza en el libre mercado: recortes en el gasto público, privatización de empresas públicas, erradicación de todo impedimento para la inversión extranjera y el libre mercado, eliminación de subvenciones y controles de precios, etcétera
Con la crisis y la ayuda de la UE, el FMI ha decidido aplicar recetas similares en Europa. El FMI entró en Europa en 2008 con préstamos rescate. Los primeros fueron Hungría y Letonia; Rumanía en 2009; Grecia e Irlanda en 2010. Y la presión se siente ya sobre España y Portugal. A cambio, los países receptores deben reducir la inversión pública con la promesa de una mejora económica que generará empleo: reformas de pensiones, privatizaciones, reducción de salarios, menor inversión en sanidad, educación, infraestructuras, etcétera. Entre 2008 y 2010, el paro ha subido del 7,6% al 11,3% en Hungría; del 6,1% al 19,4%, en Letonia; del 5,7% al 7,1%, en Rumanía. Estos países y Grecia están viendo a sus ciudadanos sublevarse frente a los graves efectos de tales recortes.
¿Puede España asumir un mayor desempleo? Otros países fuera de la UE están enfocando la crisis mediante una mayor inversión pública a fin de estimular la producción y el mercado interno, una estrategia más inteligente que el conservador recorte público, que no solo no dinamiza la economía, sino que crea mayor desigualdad, ensancha la base de pobreza y lleva a conflictos sociales. ¿Queremos que el FMI y sus amigos ideológicos nos empujen fuera del Estado de bienestar?.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de diciembre de 2010