Los controladores aéreos se han apropiado de un lema de las unidades de artillería antiaérea. Sus condiciones de trabajo y sus salarios no son los de un colectivo privilegiado, de los que aún quedan muchos en nuestro país, son absolutamente estratosféricos, propios de otro planeta y aplicados a unas personas con título de bachiller y conocimientos de inglés, y cuyo mérito principal parece ser un cierto grado de endogamia.
Los controladores militares realizan funciones similares con sueldo de suboficial y jornadas racionales y parecen mucho menos susceptibles a la ansiedad y a la depresión. Quizá debemos preguntarnos si la seguridad de los cielos de España debe estar en manos de personas tan susceptibles al trastorno de ansiedad generalizada que puede inducir comportamientos erráticos bajo tensión y debería motivar la incapacidad para ese trabajo y la búsqueda de un trabajo acorde con su cualificación académica.
¿Alguien se imagina que mañana los sanitarios de todos los servicios de urgencia hospitalarios se declararan en baja por enfermedad? No. Pues ellos sí saben lo que es trabajar bajo estrés y con sueldos 10 veces menores. Y lo mismo los bomberos, los maestros, los policías, los militares en misión y, en fin, tantos servidores públicos que con frecuencia hacen de la abnegación su rojo emblema del valor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de diciembre de 2010