Los cajeros de los bancos o los rincones de los escaparates son el hábitat natural de las personas que carecen de un techo donde vivir. En general, se trata de personas a las que la opulencia va sumiendo en el olvido y la exclusión social. Al margen de la violencia social que ello conlleva, hay, sin embargo, un factor común a todos ellos que tal vez sea el egoísmo y la estupidez humana por la perversión moral que preside el ánimo de algunas conciencias.
La cuestión de los sin techo no interesa porque no existe una conciencia del problema o lo que el problema en sí mismo representa. Cerramos los ojos al encontrarlos en la calle o simplemente cambiamos de acera y eso hace necesaria una mayor sensibilidad.
Pero también una mayor acción desde la administración que frecuentemente les culpabiliza de su situación, estigmatizándoles ante la sociedad. ¿A qué espera nuestro Gobierno para abordar la realidad de los sin techo?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 20 de diciembre de 2010