El año que se acaba de ir deberíamos definirlo como annus horribilis para la justicia española. El pueblo llano está escandalizado por la sarta de despropósitos e interpretaciones torticeras de la ley, dilaciones injustificables, archivos y sobreseimientos cogidos por los pelos, y no puede por menos que alzar su voz y su enfado. A todo esto, podemos sumar la más que sospechosa elección del día 26 de diciembre para lanzar la sentencia sobre el traído y llevado caso Fabra, que más bien parece un ensayo general de lo que va a ser el desenlace del caso Gürtel. Tanta prepotencia y desatino, está haciendo que nuestro Poder Judicial no parezca estar al servicio de la sociedad, sino de unos pocos, aquellos que por su origen, estatus o proximidad con los encargados de impartir justicia atesoran parabienes y reparten favores.
De alguna manera, deberíamos acometer una profunda reforma de la justicia, a imagen y semejanza de la que se afrontó con el Ejército en el primer Gobierno de Felipe González, renovando estructuras y reformando la carrera judicial, de lo contrario, pronto veremos a la justicia más lejos del justiciable y más cerca del banquillo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de enero de 2011