La Iglesia católica de este país no parece dispuesta a admitir su pérdida de influencia social y, ante semejante situación, arremete contra todos aquellos que no es que la ataquen, en absoluto, solamente pasan de ella.
Porque, ¿quién le impide que celebre esos actos multitudinarios con sus fieles?, ¿quién se mete con la familia tradicional, la compuesta por padre, madre y uno o 15 hijos? Nadie. Es ella la que se mete con las familias que denomina heterodoxas, monoparentales, gais, etcétera, de quien acaba de comentar la lindeza de que en su seno se dan un mayor número de maltratos.
Pues bien, dejen en paz a todas esas familias de otro signo y ocúpense, en exclusiva, de las "suyas". Confunden la mera indiferencia con el ataque. Sin duda advierten que retroceden. Ellos sabrán.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de enero de 2011