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COLUMNA

Aquí hay playa

Leo estupefacto que Camps y Alarte han decidido colaborar para sacar adelante una serie de temas de interés común para los valencianos, entre ellos la reforma del Estatut. Lo nuestro ha llegado a ser tan fuerte que hasta lo más obvio nos parece excepcional. Y, sin embargo, me temo que este nuevo espíritu no servirá de nada si no se toma conciencia de cuál es el verdadero problema. Porque estos dos mismos políticos, el jefe del gobierno autonómico y el de la oposición, ya habían coincidido antes en algún otro sarao, por ejemplo en su alegría por la llegada del AVE a Valencia, sin llegar a ser conscientes de lo que de verdad se está cociendo. En los días que rodearon el 19 del mes pasado oí a un locutor de radio imaginarse gozoso la estación de Atocha llena de gente en bañador y chancletas, al tiempo que un artículo del periódico que tenía en las manos saludaba alborozado la llegada del "Madriterráneo". Ya lo hemos conseguido: somos la playa de Madrid, se acabó la ignominia del Manzanares, ese aprendiz de río del que se burlaba Góngora. Como Bulgaria, que era el granero de la URSS y por eso no dejaron que se industrializara, o como las repúblicas centroamericanas, que son el asiento de los resorts turísticos y de las maquiladoras a mayor gloria de los EE UU que siguen sosteniendo a sus dictadores. Los resultados están a la vista.

Bueno, pues en nuestro caso, lo mismo. El problema no es que el AVE se haya impuesto sobre el corredor mediterráneo y, encima, haya llegado veinte años después que a Sevilla y cuatro después que a Valladolid (!). El problema es que España está mal concebida desde hace siglos y los más perjudicados somos nosotros. Por periféricos y por orientales. De lo primero se ha hablado mucho, de lo segundo no tanto. Porque si bien es cierto que en España se ha impuesto un modelo centralista -que tal vez tenga sentido en Francia o en Argentina, pero que aquí resulta contra natura-, al anterior se superpone un modelo más antiguo de tipo italiano, consistente en que la zona que gobierna es una y la que tira del país es la otra. España se hizo sumando Castilla y la Corona de Aragón en detrimento de esta última. El centralismo vino luego, cuando los cimientos de la inoperancia ya estaban puestos. Por eso todas las reformas estatutarias no servirán de nada, pues tan sólo aspiran a corregir el modelo centralista. Menos mal que aquí sí hay playa y a lo mejor en la temporada turística hasta levantan el peaje de las únicas autopistas de pago que quedan en España, la que une Port Bou con Alicante y la que lleva de Tarragona a Bilbao. Esa buena gente del "levante" feliz se lo merece, pues no nos crean problemas y sus políticos -hecha salvedad de la manía catalanista de los catalanes- tampoco.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de enero de 2011