Decía Eduardo Chillida que la luz de los vascos es una luz negra, no la luz blanca del Mediterráneo, sino la luz negra del Cantábrico... Ahora que se empieza a ver la luz al final del túnel, me gustaría agradecer las pocas luces ilustradas de verdad que en tiempos difíciles hemos tenido para guiarnos. Me refiero a algunos pocos ciudadanos vascos que han sabido mantener la dignidad y enseñar el camino cuando la mayor parte ha preferido mirar para otro lado o acomodarse en las equidistancias. Esos incómodos Fernando Savater, Maite Pagazaurtundua, Joseba Arregui, etcétera... Y también a los anónimos y sufridos concejales amenazados, empresarios y profesores escoltados y, en general, a esa minoría de vascos libres y resistentes que han sabido no callarse y estar, ellos sí, a la altura de las circunstancias salvando la cara y la dignidad a una sociedad mayormente sumisa y cobarde.
Los demócratas vascos debiéramos estarles muy agradecidos, ya que hoy se habla del principio del fin de esa estructura de poder decadente llamada ETA, gracias a que unos pocos supieron resistir y no callar cuando parecía intocable y todopoderosa. Esos luminosos referentes nos han permitido, en plena oscuridad, llegar adonde estamos hoy. A ellos, gracias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de enero de 2011